Son la siete ...y me siento y observo y escribo. La gente se va yendo... despacio..., arrastrando los pies como si quisieran que se alargara el día mirando con tristeza hacia atrás para recordar estos últimos momentos . Aparece la arena mojada a medida que se vacía la playa.
Los últimos coches se abandonan en el camino entre las montañas ocres y reverdecidas por la ultimas lluvias Palmitos, pitas, acebuches y adelfas sacan sus brotes en pleno otoño .El castillo corona las dunas fosilizadas …crestas y rocas… piedras y cortados
Tras la tormenta, la bahía descansa ...las solas suavemente se van acercando hacia la orilla levantando espuma de forma sincronizada como búfalos corriendo.
Poco a poco las rocas se van llenando de cañas de pescar que como alfileres dibujan lineas y van cubriendo los recovecos y grietas. Los hombres se sientan al lado o se tumban y miran y no hablan y callan …rindiendo homenaje al final de la tarde. Unos cobertizos de madera descuidados y descoloridos guardan los hilos, los anzuelos y cebos en donde antes había barcas y redes.
Se mantienen en pie, firmes para mostrarnos que una vez existieron.
Ya no hace frío, ha pasado el temporal pero me estremezco y respiro. Miro hacia abajo … el agua hace remolinos en mi honor, sin dirección ni rumbo fijo vagando perdida buscando dónde estrellarse.
Atardece... el sol ya esta en mi espalda…quiero tirarme, y volar, y correr por la espuma.
16 de octubre de 2008
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