13 de diciembre de 2008

Huellas




Son las cuatro. Oigo las campanas de la iglesia. El sol de noviembre todavía calienta una parte del balcón. La plaza esta vacía. Sólo árboles y bancos

Te estoy esperando sentada en el suelo sabiendo que me sentaré de nuevo en el mismo lugar cuando te hayas ido, dentro de una hora, quizá hora y media. Nunca más de dos.

Un chico con una bolsa de plástico atraviesa el parque levantando hojas con los pies. Le miro con la nariz entre los barrotes y pienso que me gustaría ser bolsa para que me lleven y me dejen y me recojan. Me envuelve un sopor casi feliz.
Por un momento quiero que no vengas. Me quedaría aquí quieta sólo respirando dejando que el sol me derrita.

El chico ha tirado la bolsa en el suelo que blanca e inflada flota mezclándose entre las hojas dirigiendo el remolino hacia mi portal.

Desaparecen mis pies y comienza a gotear agua a la calle. Me invade la pereza. Quiero seguir en el balcón.

Las piernas ya han comenzado a disolverse y se ha formado un pequeño charco en la calle. Son ya las cuatro y veinte. Hoy no estarás ni hora y media. En un minuto pasa por mi mente lo que haremos, lo que haré… seducirte desnudarme, complacerte… y yo?

Ya floto en el balcón. Voy cayendo sobre la cabeza de mi vecina, sobre el suelo. La bolsa está junto a mí, junto a las hojas mojadas.

Las cinco menos cuarto. Soy cabeza dentro de los barrotes y líquido por fin. El sol sigue adormeciéndome.

Te veo llegar. Puedo saltar, puedo no abrir la puerta. Solo estarás una hora .Al llegar a portal te empapas los zapatos y haces un gesto de contrariedad. Oigo el timbre y sigo en el balcón. Seducirte, desnudarme y complacerle... y yo?