2 de octubre de 2008

Andrea Romera

Mientas esperaba su llegada me puse a poner en orden mis notas. Poco sabía de ella. Solo me había dicho por teléfono que era periodista, que había oído hablar de la investigación que estaba llevando a cabo y que si por favor le podía conceder un par de horas para que charláramos. Estaba a punto de darle una excusa para librarme de ella cuando me dijo que buscaba a Andrea Romera la escritora. Le dije que podíamos vernos al día siguiente en el antiguo Café Comercial.

Ya estaba a punto de irme cuando vi que una mujer de unos cincuenta años de pelo corto color caoba con un abrigo abrochado con prisa se dirigía a mi mesa. Se disculpó por llegar tarde y me dijo que aunque no era su nombre, podría llamarla Susana, esa tarde. Le habían encargado que hiciera un reportaje sobre Andrea Romera en el año del centenario de su nacimiento. Había comenzado a escribir su biografía conocida por todos como figura relevante en el mundo de la medicina, pensando que no tendría mucho que aportar su trabajo. En la fundación que lleva su nombre estaba toda su vida profesional, premios, publicaciones y ensayos. Había intentado centrarse en Andrea de joven y en su vocación de escritora, pero no había podido encontrar nada.
Le pregunté si conocía a Los exasperados. Sólo a través de ellos podría averiguar más. Me miró con desconcierto. Le conté lo que sabía.

La primera vez que oí hablar de Los Exasperados fue hace un año, mientras llevaba a cabo una investigación sobre los movimientos literarios de principios del siglo XXI. Era la época en la que la globalizaron cultural se extendía por todos los continentes y en la literatura se observaba un cierto vacío de ideas. Existían sin embargo fuera de los circuitos de las publicaciones mas leídas en papel una serie de grupos que querían estar fuera de esta universalización en la forma de escribir y buscaban otra literatura. Después de unos meses de lectura no encontré nada que mereciera mucho la pena y decidí abandonar la investigación.

En esos días, me invitaron a la universidad de Buenos Aires a dar una charla sobre la comparativa entre estos movimientos en Europa con los que surgieron en la misma época en América latina. Un hombre después de la conferencia se acercó y me dio un paquete. Se alejo sin dejarme apenas hablar con el. Dentro del paquete había una copia de un estudio sobre Beckett firmado por Andrea Romera de febrero de 2008, varios textos suyos y de otras personas desconocidas para mi , así como un artículo escrito en junio de 2008 por Villa Matas, en el cual mencionaba el decálogo de Los exasperados en la creatividad de la nueva literatura. A partir de ese día centré mi estudio en este grupo.

Susana me miraba, algo en su cara me hizo dudar si realmente no sabía nada como pretendía aparentar. Decidí continuar de todas maneras

Los Exasperados eran un grupo de jóvenes que querían romper con la tradicionalidad en la forma de escribir. En un inicio lo constituyeron ocho escritores y un año más tarde el grupo se amplió. Andrea, la más joven de todos, fue sin lugar a dudas una de las que lideró la constitución y cohesión del grupo desde su inicio .En esa época Andrea empezó a trabajar como médica y se matriculó en la universidad para realizar una maestría sobre Literatura Comparada: Retrospectiva y Análisis. Tenía una gran capacidad para llevar acabo multitud de actividades paralelas.

Lo que no esta muy claro es como se conocieron. Parece ser que fue en julio de 2006 durante un seminario que impartía la poeta Graciela Baquero en la antigua Residencia de Estudiantes sobre “Creatividad en la Escritura: De la normalización al Vanguardismo”. Allí se encontraron por primera vez Andrea, Cristin, Pablo y Almudena

En octubre de ese mismo año, en un ciclo de conferencias que Graciela estaba dando en el Circulo literario Bukosky coincidieron de nuevo los cuatro y conocieron al resto de los que un mes mas tarde conformarían el grupo: Pancheva, Paloma, Alberto y Eduardo Waisman. Por Eduardo, Andrea procesaba una gran admiración. Argentino, y mayor que el resto, llevaba muchos años escribiendo y viajando por el mundo.

Decidieron juntarse todas las semanas con la idea de leer sus escritos intentando hacer cosas diferentes cada vez. Colgaron sus textos en lo que en esa época se llamaba blogg y se pusieron como nombre Exasperados. El grupo quería recuperar las tertulias de la generación del 27 de principios del siglo XX. Constituían un grupo bastante cerrado a que otros participaran en sus reuniones ya que según ellos si se abrían llegarían a imponerse ideas ajenas y es justo lo que intentaban evitar. Eran bastante anárquicos sobre los temas que escribían haciendo básicamente lo que les daba la gana. Andrea fue sin lugar a dudas la que más impulsó la critica literaria y el análisis de los textos dentro de Exasperados con el apasionamiento que le caracterizaba.

Se reunían los miércoles en un bar de la calle San Bernardo de Madrid. Comenzaban a las ocho de la tarde y terminaban a veces rondando las cuatro de la mañana según la semana. Andrea se solía ir antes que los demás. Acababa de empezar a trabajar, y tenía bastantes guardias

Al año el grupo se amplió con cinco miembros que serian ya los últimos en incorporarse: Pablo rural, Ana, Juan, Carmen y Zeneida. Andrea desde el inicio apoyo esta apertura. Su sociabilidad hizo de enlace y facilitó la integración.

Parece ser que en junio de 2008 el escritor Villa Matas, entró una noche en el bar en donde se reunían para buscar cambio para un parkímetro de los de esa época y mientras esperaba en la barra se fijó en un grupo que estaba sentado en una mesa cercana .Vio a una joven de pelo largo morena que sentada encima de una mesa leía maravillosamente un relato sobre un socavón en un salón que cada día iba haciéndose mas grande hasta el punto de aislar a las personas que vivían dentro de la casa. Después de leer el relato observó asombrado como el resto del grupo se lanzaba a desmembrarlo con críticas y risas. Hasta tal punto llegó su asombro que decidió sentarse a escuchar. Le dijeron que no podía hacer eso a no ser que leyera algo suyo, que tenían un decálogo que no lo permitía Juanito uno de los jóvenes ampliados admirador de Villa Matas, puso un grito en el cielo y dijo que por favor se hiciera una excepción. Andrea intercedió por él ante el resto y le dejaron quedarse solo con la condición de que si no leía, que por lo menos se emborrachara y acabara con ellos la noche borracho, enamorado y solo. Villa Matas parece ser que accedió aunque no sabemos si llego a cumplir las tres condiciones.

El decálogo, que no tenía diez reglas y Andrea siempre defendió que era perfecto que no fueran diez, consistía en:

-Elegir un autor cada tres meses y leer toda su obra hasta terminar odiándole
-Adorar a Graciela como musa de los Exasperados
-Realizar un análisis crítico de cada texto
-Escribir lo que a cada uno le diera la real gana
-Leer absolutamente todo lo que caiga en las manos de cada uno
-No dejar que ninguna persona ajena al grupo participara en las lecturas
-Prescindir completamente de cualquier tipo de teoría literaria
-Eliminar de Boris Vian, el adjetivo de escritor. Ante esta propuesta de Andrea, Crsitrin y Almudena se negaron en rotundo. No se sabe como acabó el debate

-¿Qué paso con ellos?

Desaparecieron de repente. A raíz del artículo de Villa Matas. Empezaron a llegar muchos curiosos al bar que pedían participar en las lecturas y pertenecer al grupo. Otros simplemente sólo querían escuchar. Llegó un miércoles un periodista que les quería filmar., Parece ser que le llenaron la cámara de lacón después de decirle varias veces que les dejaran en paz.Empezaron a sentirse agobiados. No querían cambiar de bar. y aunque quedaban otros días y a distintas horas pronto vieron que ya no era lo mismo, Empezaron a formarse en otros lugares tertulias similares pero con el fin de dar a conocer los escritos .Los Exasperados reclamaban su intimidad y veían que estos nuevos grupos habían perdido según ellos el espíritu de creación literaria . Decidieron no publicar nada y mantenerse sólo en un efímero movimiento. Eliminaron sus referencias en la Web.

Susana me miro y saco de su bolsa un paquete. Me lo dió. Era una copia de “Retrato al otro lado de la mesa”, firmado por Andrea Romera en febrero de 2008 sobre la figura de Eduardo Waisman enviado desde Buenos Aires y una foto de un grupo de jóvenes en un bar de principios de siglo junto a unos jamones colgando .

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