4 de enero de 2009

Blancos y grises

Paisajes grisáceos, de tierra blanca. Yesos, calizas entre olivos y matorral mediterráneo con lavanda, tomillo y romero.., verdor todavía mantenido por la lluvias de las pasadas semanas.
A lo lejos se ve el muro, que, como gigante de roca separa a un pueblo de los derechos humanos.

Paramos el coche en el check point, en el punto en donde son las armas quienes deciden quien pasa y quien se queda. Vamos en un coche con matrícula israelí.
Podemos entrar, podemos salir.

Miro a la torreta de vigilancia, una ametralladora en la torre nos apunta desde lo alto y dos solados judíos registran el vehiculo con la punta de sendas metralletas colgadas de sus hombros con la naturalidad de quien lleva un bolso en bandolera, mirando hacia nosotros.

Nos invade la impotencia.

Salitre incrustado sobre la herida que escuece porque no se cierra.
Herida que no se cerrará hasta que la piel termina por caerse. Como un aguijón cada palabra y muestra de autoridad golpea con fuerza.

Pasamos el control. Estamos en Cisjordania, en los territorios ocupados, en tierra Palestina por derecho de sus habitantes.

El muro grisáceo con cabeza de alambrada nos acompaña. Los ocres empiezan a verse con la luz de la tarde. Nos miran las caras pintadas que con fuerza invitan a la lucha. Vamos camino de Hebron

3 comentarios:

Juan Rodríguez Hoppichler dijo...

señorita, yo espero impaciente sus crónicas centroamericanas.

Virginia dijo...

Caballero, siento enormemente que no le entusiasmen las de oriente medio

las centroamericanas vendrán, a su tiempo pero vendrán

Juan Rodríguez Hoppichler dijo...

señorita, me ha encantado oriente medio, sólo anhelo la versión sandinista